26 de julio de 2011

"Pasar las Horcas Caudinas"

La expresión alude al hecho de  aceptar irremediablemente una situación deshonrosa. Surge en el 321 a.C., en el contexto de las guerras samnitas. El samnita Poncio sabía que un importante ejército romano estaba cerca de Calatia, así que envió soldados vestidos de pastores para contarles que los samnitas estaban sitiando  Lucera, una colonia romana clave en la retaguardia del Samnio.

Los cónsules Espurio Postumio Albino y Tito Veturio Calvino fueron engañados, decidiendo ponerse en marcha con unos 50.000 hombres para prestar ayuda a Lucera. Eligieron la vía más rápida a través de las Horcas Caudinas sin conocer el terreno. Este era un angosto valle que discurría entre los montes Tifata y Taburno, en plenos Apeninos. Los romanos franquearon un desfiladero muy estrecho, hasta que lo hallaron cerrado por una barricada de piedras y troncos recientemente talados. Advirtiendo la trampa, Postumio dio orden de regresar rápidamente hacia la salida del paso, encontrándolo fuertemente custodiado por los samnitas. Desesperados, trataron de escalar las escarpadas paredes del desfiladero, pero los samnitas lo impedían. Sin embargo, los samnitas no parecían saber cómo aprovechar su acertada estratagema. Poncio decidió enviar una misiva a su padre Herenio, quien le respondió que los romanos debían ser puestos en libertad después de ser desarmados, con lo que podrían obtener el respeto y la amistad de Roma, o ser ejecutados hasta el último hombre, con lo que Roma no constituiría una amenaza durante muchos años; una alternativa intermedia dejaría a los romanos deseosos de venganza sin haber sido debilitados.

Poncio desoyó los consejos de su padre y liberó a los romanos, pero en condiciones humillantes. Los soldados fueron desarmados y despojados de sus vestimentas, y obligados a pasar de uno en uno bajo una lanza horizontal dispuesta sobre otras dos clavadas en el suelo, que los obligaba a inclinarse para cruzarlas. Además, la rendición exigía la entrega de varias poblaciones fronterizas, la evacuación de los colonos romanos de Lucera, la retirada de todas las posiciones que mantenían en el Samnio y una tregua de cinco años.

Para garantizar que el Senado romano ratificara el acuerdo (foedus caudinum), Poncio envió a los cónsules a Roma  a la vez que retenía a 600 caballeros romanos. El Senado claudicó, marcando así un momento humillante en el devenir histórico de Roma, y un día nefasto para la ciudad: los senadores se despojaron de sus togas púrpuras, se produjeron escenas de duelo y se prohibieron las fiestas y casamientos durante todo un año.
La sabiduría del consejo de Herenio quedó luego demostrada, puesto que esta afrenta quedó marcada en el orgullo de Roma, que se tomaría la revancha en el año 316 a. C., con la captura de Lucera y el rescate de las armas y estandartes perdidos cinco años atrás.

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