Relato tomado de la obra Comentarii de Bello Gallico (Liber IV) acerca de la construcción de una de las obras maestras de la ingeniería de la historia: un puente de 500 metros mandado construir por Julio César para cruzar el Rin, demostrando a los germanos la insultante superioridad de los romanos.
XVII. César, por las razones ya insinuadas, estaba resuelto a pasar el Rin; mas hacerlo en barcas ni le parecía bien seguro ni conforme a su reputación y a la del Pueblo Romano. Y así, dado que se le presentaba la suma dificultad de alzar puente sobre río tan ancho, impetuoso y profundo, todavía estaba fijo en emprenderlo, o de otra suerte no transportar el ejército. La traza, pues, que dio fue ésta. Trababa entre sí con separación de dos pies dos maderos gruesos pie y medio, puntiagudos en la parte inferior, y largos cuanto era hondo el río; metidos éstos y encajados con ingenios dentro del río, hincábanlos con mazas batientes, no perpendicularmente a manera de postes, sino inclinados y tendidos hacia la corriente del río. Luego más abajo, a distancia de cuarenta pies, fijaba enfrente de los primeros otros dos trabados del mismo modo y asestados contra el ímpetu de la corriente; de parte a parte atravesaban vigas gruesas de dos pies a medida del hueco entre las junturas de los maderos, en cuyo intermedio eran encajadas, asegurándolas de ambas partes en la extremidad con dos clavijas; las cuales separadas y abrochadas al revés una con otra, consolidaban tanto la obra y eran de tal arte dispuestas, que cuando más batiese la corriente, se apretaban tanto más unas partes con otras. Extendíase por encima la tablazón a lo largo, y cubierto todo con travesaños y zarzos, quedaba formado el piso. Con igual industria por la parte inferior del río se plantaban puntales inclinados y unidos al puente, que como machones resistían a la fuerza de la corriente; y asimismo palizadas de otros semejantes a la parte arriba del puente a alguna distancia, para que si los bárbaros con intento de arruinarle, arrojasen troncos de árboles o barcones, se disminuyese la violencia del golpe y no empeciesen al puente.
XVIII. Concluida toda la obra a los diez días que se comenzó a juntar el material, pasa el ejército. César, habiendo puesto buena guarnición a la entrada y salida del puente, va contra los sicambros. Viénenle al camino embajadores de varias naciones pidiéndole la paz y su amistad; responde a todos con agrado, y manda le traigan rehenes. Los sicambros desde que se principió la construcción del puente, concertada la fuga a persuasión de los tencteros y usipetes, que alojaban consigo, cargando con todas sus cosas, desamparadas sus tierras, se habían guarecido en los desiertos y bosques.
XIX. César, habiéndose detenido aquí algunos días en quemar todas las aldeas y caserías y segar las mieses, retiróse a la comarca de los ubios; y ofreciéndoles su ayuda, si los suevos continuasen sus extorsiones, vino a entender que éstos, apenas se certificaron por sus espías que se iba fabricando el puente, habido según costumbre su consejo, despacharon mensajeros por todas partes, avisando que abandonasen sus pueblos, y poniendo a recaudo en los bosques sus hijos, mujeres y haciendas, todos los de armas llevar acudiesen a cierto sitio; el señalado era como el centro de las regiones ocupadas por los suevos, que allí esperaban la venida de los romanos resueltos a no pelear en otra parte. Con estas noticias, viendo César finalizadas todas las cosas que le movieron al pasaje del ejército, y fueron, meter miedo a los germanos, vengarse de los sicambros, librar de la opresión a los ubios, gastados sólo dieciocho días al otro lado del Rin, pareciéndole haberse granjeado bastante reputación y provecho, dio la vuelta a la Galia y deshizo el puente.