3 de enero de 2012

El día de Año Nuevo

La tradición del Año Nuevo ya estaba consolidada al comienzo del Imperio Romano. Ovidio imagina que el 1 de enero Jano apareció explicándole las costumbres del día. Enero (Ianuarius) era consagrado al dios Jano, el que mira atrás y hacia delante, al final del año terminado y al comienzo del siguiente. “Jano, dios de todos los inicios”, lo llamaba Ovidio, invocándolo: “tú que tienes las dos caras y el año empiezas...”.

Jano era el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Se lo invocaba también al comenzar una guerra, y mientras ésta durara, las puertas de su templo permanecían siempre abiertas; cuando Roma estaba en paz, las puertas se cerraban. Además, al igual que Prometeo, Jano es una suerte de héroe cultural, ya que se le atribuye entre otras cosas la invención del dinero, las leyes y la agricultura. Según los romanos, este dios aseguraba buenos finales.

Arco de Jano (Roma)
El 1 de enero era costumbre invitar a amigos e intercambiar un vaso con miel, dátiles e higos: “Que el sabor pueda pasar en las cosas; y el año, dulce como empezó pueda continuar”. Además se entregaban ramitos de laurel para augurar fortuna y felicidad. Estos ramitos se llamaban strenae porque se recogían en un bosque a lo largo de la Vía Sagrada, dedicado a una diosa sabina llamada Strenia, portadora de fortuna y felicidad. Las Calendas de enero no eran un día de fiestas, se hacía un ritual que Jano había dictado: “He consagrado el trabajo al año que ahora empieza, de manera que el año entero no sea ocioso” (Ovidio).

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