23 de enero de 2011

Ciudadanos romanos para la historia (III)

  Horacio Cocles

 

Finalizada la monarquía (s.VI a.C.), un grupo de jóvenes pretendía que Tarquinio el Soberbio, último rey, regresara al trono y para ello tramaban una conspiración. Los rumores de golpe de estado llegaron a oídos de Bruto, que inmediatamente mandó arrestar a los conspiradores, entre los que estaban dos de sus hijos. Bruto se ganó el respeto y la confianza del pueblo haciendo ajusticiar a sus propios hijos.

19 de enero de 2011

La Roca Tarpeya

Denario que representa el final de Tarpeya
La roca Tarpeya es uno de los símbolos míticos de la historia de Roma, que encarna a la perfección el trato duro e inmisericorde que se dispensaba a los traidores.

Según la leyenda, cuando Tito Tacio atacó Roma tras el rapto de las Sabinas, la virgen vestal Tarpeya, hija de Espurio Tarpeyo, gobernador de la ciudadela de la colina Capitolina, traicionó a los romanos abriendo las puertas de la muralla. El motivo de tal traición fue su avaricia: A cambio, pretendía obtener lo que los sabinos "traían en sus brazos izquierdos"... ella no esperaba que los sabinos, no admitiendo en ningún caso la traición, a pesar de ser en su propio beneficio, en lugar de brazaletes de oro, la “obsequiaron” con golpes de sus escudos que acabaron aplastándola hasta la muerte. Otra versión, aunque con el mismo final, ofrece como móvil de Tarpeya su enamoramiento de Tito Tacio. 


La Roca Tarpeya capitolina, en la actualidad
Su cuerpo fue arrojado al vació desde la roca que aún hoy porta su nombre, una pendiente escarpada junto a la cima sur de la colina Capitolina, con vistas al antiguo foro. Con el tiempo, la roca Tarpeya se convirtió en el lugar de ejecución para los más destacados traidores de Roma. Pero, a pesar de todo, los sabinos fueron sin embargo incapaces de conquistar el foro, con sus puertas milagrosamente protegidas por chorros de agua creados por Jano.

En la ciudad de Toledo, entre el mito y la realidad, se cuenta que los romanos impusieron sus leyes, costumbres y, según los cristianos, su pagana religión en el s. IV. Daciano ordenó poner fuera de la ley y despojar de sus bienes a los cristianos, así como proceder a la destrucción de las iglesias y quemar sus libros sagrados. A todos aquellos que no reconocieron a los dioses romanos se les condujo a las lúgubres mazmorras de la cárcel de la ciudad, situada en el peñasco hoy conocido como la Roca Tarpeya, muy cerca del Paseo del Tránsito. Los que tuvieron la desgracia de ser condenados a muerte eran lanzados, imitando a lo que se hacía en la Roca Tarpeya romana, desde el peñasco al abismo que da al río Tajo, por lo que su muerte era segura.

Roca Tarpeya, en Toledo (España)

16 de enero de 2011

De la fortaleza que fue tomada gracias a unos caracoles

Un soldado ligur del ejército de Cayo Mario, buscando caracoles, encuentra un camino para rodear al enemigo. En un asedio muy difícil y tras meses de intentar un asalto frontal a una fortaleza situada en lo alto de un monte escarpado, la solución se la brinda a Cayo Mario un puñado de caracoles...


Texto de Sexto Julio Frontino (s. I d.C.), de su obra Stratagemata (cap. IX):

"En la Guerra de Yugurta, Cayo Mario se encontraba en un tiempo sitiando una fortaleza situada cerca del río Mulucha. Estaba en una eminencia rocosa, accesible por un lado solo por un camino estrecho, mientras el otro lado, como si fuera por un diseño especial, era precipicio. Resultó que cierto ligur, un soldado común entre los auxiliares, había salido para conseguir agua, y, mientras juntaba caracoles entre las rocas de la montaña, había alcanzado la cumbre. Este hombre informó a Mario que era posible subir a la fortaleza. 
En consecuencia, Mario envió unos centuriones en compañía de sus soldados más rápidos, incluso también los trompeteros más hábiles. Estos hombres fueron con la cabeza descubierta y descalzos, de modo de poder ver mejor y caminar más fácilmente sobre las rocas; sus escudos y espadas fueron sujetados a sus espaldas. 
Dirigido por el ligur, y ayudados por correas y bastones con los que se apoyaban, subieron hasta la retaguardia de la fortaleza, que, debido a su posición, estaba sin defensores, y luego comenzaron a hacer sonar sus trompetas y hacer un gran alboroto, tal como les habían previamente instruído. 
A esta señal, Mario, animando firmemente a sus hombres, comenzó a avanzar con furia renovada contra los defensores de la fortaleza. Éstos fueron retirados de la defensa por el pueblo, que se había desanimado bajo la impresión de que la ciudad había sido capturada por la retaguardia, de modo que Mario pudo seguir adelante y capturar la fortaleza" 

  (Capítulo narrado también por Cayo Salustio en "La Guerra de Yugurta", 92-94)

4 de enero de 2011

Curiosidades de la etimología (II)

  JUEGOS DE PALABRAS


Nuestros antepasados de la Península Ibérica pronunciaban tan mal el latín que circulaba un chiste en Roma (frase atribuida sin excesivo rigor histórico a Julio César): "Beati hispani quibus bibere et vivere idem est" ("Dichosos los hispanos, para quienes beber y vivir es lo mismo"). No se decía sólo porque tuvieran esa afición (lo cual es tan cierto entonces como hoy), sino también porque eran los únicos habitantes del imperio que no distinguían, al pronunciarlas, las “b” de bibere y las “v” de vivere. 

Panorámix, seriamente perjudicado, 
en "La Odisea de Astérix"


2 de enero de 2011

Ciudadanos romanos para la historia (II)

  Lucio Quincio Cincinato

 

En relación con las guerras que los romanos libraron contra los ecuos hay una leyenda que siempre ha gozado de gran popularidad, la del patricio Lucio Quincio Cincinato.
Pintado como un modelo de virtud e integridad de viejo estilo, vivía frugalmente, trabajaba él mismo sus tierras y era un patriota completo. Cincinato se había retirado disgustado a su finca, negándose a intervenir en la política, porque su hijo había sido exiliado por usar un lenguaje violento contra los tribunos.
En el 458 a. C., los romanos estaban fuertemente acosados por los ecuos, y un cónsul y todo su ejército se vieron amenazados por el desastre. Entonces se llamó a Cincinato. Se le nombró dictador. Según la ley romana, éste era un funcionario dotado de poder absoluto que se designaba en momentos muy difíciles, pero sólo por un lapso de seis meses. La palabra proviene de una voz latina que significa «decir», porque todo lo que el dictador decía era ley.